Aunque algunos historiadores dejan fuera de la clasificación de vanguardias al Impresionismo,
fue el primer movimiento que se rebeló contra los gustos que imperaban en la época. En su caso,
el Impresionismo no buscaba el rechazo del público, sino que se olvidaba de la acogida que
pudiera tener su trabajo, en favor de una nueva manera de captar la realidad que tarde o temprano se acabaría reconociendo, como así fue.
El precursor de este movimiento fue Eduard Manet. En su trabajo se puede apreciar el paso de la pintura tradicional al modo de hacer impresionista. Con el paso del tiempo Manet recurre a pincelada
directa, con mucha carga, aunque nunca con tanta decisión como lo harían los siguientes autores
impresionistas, todos ellos estudiosos, admiradores e influenciados por Manet. El grupo lo componía Degas, Renoir, Monet, Pizarro, Sisley y Cezanne.
Tras unos comienzos dubitativos y llenos de pruebas, el Impresionismo como tal nace en una
exposición celebrada en los salones del fotógrafo Nadar. Era una muestra en la que
participaban un total de treinta y nueve pintores, conscientes ya de formar un grupo y de tener
unos objetivos iguales que defender. En esta exposición se encontraba una obra de Monet
llamada Impresión, Sol naciente que, burlonamente citada por un crítico dio nombre al grupo.
Pone toda su atención en captar la realidad, el instante, la impresión. Es una pintura de aire libre,
que se resuelve ante el motivo en cuestión. Dado que las condiciones lumínicas de los paisajes
cambian a cada segundo, requiere una pincelada rápida y directa, que permita resolver una obra
en pocos minutos. Es lo más parecido a la fotografía instantánea hecha pintura. Interesa esa luz
del amanecer, el reflejo de la luz en un edificio en la caída del sol, la luz reflejada sobre el río a
medio día. Esa es la razón por la que las obras impresionistas dieron la sensación, a final del
siglo XIX, de ser obras inacabadas, imperfectas, y por tanto, fueron despreciadas.
Acabada la época del desarrollo del Impresionismo, y gracias a las nuevas tecnologías de impresión (especialmente influyente fue la fotografía y el descubrimiento de la cuatricromía, que
conseguía infinidad de colores con la mezcla de los colores primarios), surge el
Neoimpresionismo o puntillismo, llevado a cabo fundamentalmente por dos autores, Georges
Seurat y Paul Signac. Aprenden la lección impresionista y la aplican de un modo más científico,
más controlado, mucho menos espontáneo y fresco. La pincelada se hace corta, racional y
estudiada.
Fuera de estos dos movimientos quedan tres autores, de obligada mención, como son Vincent
Van Gogh, Paul Gaugain y Henri de Toulouse-Lautrec. Se les dio el término histórico-artístico de
Postimpresionistas en una exposición celebrada en Londres en 1910, pues, aunque su trabajo
no es en absoluto semejante, les une el hecho de haber comenzado su trabajo con el
Impresionismo ya afianzado y comienzan su andadura pictórica con un nuevo modo de hacer, en
los tres casos de manera muy personal e innovadora y de con una visión más subjetiva y
manipulada del mundo. Van Gogh transforma la pincelada impresionista en una con más carga y
muy ordenada, dando nuevas soluciones formales y cromáticas. Gaugain fue un artista que
reivindicó lo bidimensional y lo decorativo. Su época en Taití, donde vivió los últimos años de su
vida, es la más famosa. Ese destino brindó a Gaugain los paisajes y los colores que buscaba.
Toulouse-Lautrec fue un gran ilustrador y se le considera el precursor del cartel publicitario.
Para conseguir los objetivos expuestos, los impresionistas emplearon una serie de recursos pictóricos:
Para conseguir los objetivos expuestos, los impresionistas emplearon una serie de recursos pictóricos:
- Quizá el rasgo técnico más destacado y característico del Impresionismo sea la pincelada breve y gruesa, ejecutada de forma rápida sobre el lienzo. De esta forma, el artista podía captar y resaltar la esencia y la apariencia del motivo más que sus detalles.
- Además empleaban lo que se denomina pincelada descriptiva: el uso de una pincelada cuidadosamente aplicada para ser máximamente eficaz en la descripción. Combinaban el uso de pinceladas largas y empastadas con pinceladas cortas y menos empastadas, más adecuadas para crear la sensación de profundidad.
- En relación con el tratamiento del color, los impresionistas evitaban la mezcla de colores en la paleta, aplicando colores primarios o secundarios directamente sobre el lienzo, yuxtaponiendo pinceladas. De esta manera se conseguía una mayor luminosidad y brillantez en la obra, ya que la mezcla de colores es de tipo óptico, por tener lugar en la retina del espectador. De este modo, renuncian a la modulación tonal tradicional.
- Los pintores impresionistas, por lo general, evitaban oscurecer los colores mezclándolos con el negro. Cuando necesitaban pintar sombras, recurrían a la mezcla o yuxtaposición de colores complementarios. Evitaban las sombras negras; incluso en ellas había color. También empleaban el recurso de evitar al máximo la presencia de sombras pintando, por ejemplo, en las horas centrales del día (sombras más cortas) o con luz frontal sobre los personajes (para que las sombras queden detrás de ellos).
- En sus obras con frecuencia utilizaban encuadres inusuales y composiciones asimétricas, desplazando el punto de interés hacia los bordes de la obra. En ocasiones, por lo tanto, se sustituye el punto de vista frontal por puntos de vista más altos o más bajos.
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